Lectura Viva | Bibliotecas públicas en poblaciones marginadas
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Bibliotecas públicas en poblaciones marginadas

Beatriz Helena Robledo,
Escritora.

¿Y eso para qué sirve?

En los últimos años en Colombia se han multiplicado los proyectos y las experiencias de bibliotecas en sectores marginados. Una razón es obvia: en nuestro país los grados de marginalidad aumentan cada vez más, por los motivos que todos conocemos: el recrudecimiento de la guerra, el alto índice de desempleo, la corrupción política y administrativa, etc. etc. Pero otra razón es precisamente la que nos convoca a esta mesa a reflexionar y que de alguna manera responde a la pregunta: ¿Qué sentido tiene una
biblioteca en poblaciones que se encuentran en condiciones marginales?

La cercanía y participación directa con algunos de estos proyectos me ha mostrado que, para ciertas personas, desde una perspectiva utilitarista, pseudocientífica y discriminatoria, esto no sirve para nada. Hemos escuchado afirmaciones tales como:
“Son proyectos locos, que no tienen ni pies ni cabeza”, o “No se ven los resultados”, o “esa gente tiene otras necesidades más importantes que ponerse a perder el tiempo leyendo”…Desafortunadamente muchos de estos argumentos provienen de personas que tienen poder de decisión, y además manejan y diseñan políticas macro a nivel de estado.

De allí la necesidad de que nos llenemos de argumentos, fundamentados en la práctica y en la teoría, aquellos, que estamos convencidos del inmenso potencial que encierra una biblioteca, para contribuir precisamente a disminuir esas condiciones de marginalidad.

Estas situaciones se dan generalmente acompañadas de una experiencia de pérdida o de dolor: la guerra, las muertes violentas, los desplazamientos, la miseria, además de destruir las condiciones físicas en que vive la gente, afecta sensiblemente el campo

emocional y afectivo. Y es en ese territorio emocional en que una biblioteca, y en especial los libros de ficción, tienen un papel muy importante que cumplir.

Y aquí recurro a la tesis de Martha Nussbaum en su libro Justicia Poética, cuando propone que las características de la imaginación literaria sean trasladadas a la imaginación pública, con el fin de construir un imaginario más humano que sirva para guiar a los jueces en sus juicios, a los legisladores en su labor legislativa y a los políticos cuando miden la calidad de vida de gentes cercanas y lejanas.

Para Nussbaum la virtud que tiene la literatura en centrarse en los mundos posibles, es precisamente lo que le otorga al lector la posibilidad de preguntarse sobre sí mismo.“Las obras literarias invitan a los lectores a ponerse en el lugar de personas muy diversas y adquirir sus experiencias” dice Nussbaum. Y continúa: “En su misma forma de interpelar al lector hipotético, transmiten la sensación de ser eslabones de posibilidad, al menos en un nivel muy general entre los personajes y el lector…” ”Las obras literarias que promueven la identificación y la reacción emocional derriban esas estratagemas de
autoprotección, nos obligan a ver de cerca muchas cosas que pueden ser dolorosas de enfrentar, y vuelven digerible este proceso de brindarnos placer en el acto mismo del enfrentamiento.”(Nusbaumm, 1995, pag. 30)

Con el fin de dar testimonio de lo que puede lograr la experiencia literaria en ese territorio de la construcción de un ser, quiero compartir con Uds. una sesión de lectura con jóvenes desvinculados del conflicto armado en Colombia, centrada en larecuperación de su memoria individual y colectiva, y en el reconocimiento de sí mismos a través de la palabra del otro. Lo que logró un niño de cuatro nombres, que ni siquiera era muy grande

“Entonces Guillermo Jorge se sentó con la señorita Ana y le fue entregando cada cosa, una por una. – Qué niño tan querido y extraño que me trae todas estas cosas maravillosas, pensó la señorita Ana. Y comenzó a recordar…” (Tomado de: Guillermo Jorge Manuel José. Mem Fox. Ediciones Ekaré.
Caracas, 1988)

De la misma manera que la señorita Ana pudo recuperar su memoria a partir de algunos
objetos cargados de sentido, así lo hicieron Leslie, María, Juan, Julio, quienes conviven
hoy resguardados en casas de protección, mientras se reubican e intentan darle otro
sentido a su vida diferente al de la guerra.

Después de escuchar a Guillermo Jorge sentados en círculo, Leslie sale al centro, se
cubre los ojos con un pañuelo cual si fuera la Gallina Ciega, y de una cesta como la del
cuento, busca con el tacto un objeto que le diga algo, un objeto que le signifique.

Para sorpresa de todos, Leslie saca una carta de juego, el as de oros, aunque ella no sabe
que es el as, y eso ahora no importa. Con la carta en las manos y los ojos vendados, Leslie
comienza: “magia, magia blanca, magia negra, magia verde, magia azul”. Leslie aprendió
de su padre, quien hizo un curso de brujería allá en El Putumayo en un caserío cerca de
Mocoa. Su padre sabía leer las cartas y predecir el futuro. Pero él no le hacía mal a nadie,
ni usaba la magia para otros, lo hacía para sí mismo, para saber lo que iba a pasar. El le
enseñó todos los secretos, pero también le advirtió que debía tener cuidado con eso. El
sabía magia negra pero no para hacerle daño a nadie, sino porque necesitaba conocer
el mal para poder contrarrestarlo, es decir, aplicar una “contra”. Leslie había aprendido
mucho de su papá. Por ejemplo, sabía como enamorar a un hombre, pero eso era magia
negra, no es bueno enamorar a un hombre por la fuerza.

Ella conocía la manera de llenarle el cuerpo de llagas a alguien, pero nunca lo había
aplicado porque eso se le devuelve a uno. Leslie sabía cómo hacerse invisible y eso,

pensó, le podría ser útil en las filas, pero nunca quiso aplicarlo por miedo a no volver a
aparecer.

Para Angela, en cambio, el cuento de Guillermo Jorge tomó forma de muñeca, muñeca
morena y hermosa como ella, que le había regalado su tía el día del cumpleaños. Lala,
se llamaba la muñeca y con ella jugaba a la mamá, le quitaba y ponía la ropa, la
alimentaba de verdad con un gotero. Le abrió un rotico en la boca y por allí le echaba
agua y jugo de frutas y para que Lala pudiera orinar le quitaba una pierna. Angela se
sumergió gustosa en su recuerdo hasta el momento en que la voz que la guiaba hacia
ese remoto pero temprano pasado preguntó: -¿Cuándo fue la última vez que tuviste a
Lala en las manos? Angela, cambiando la alegría de niña por una tristeza adulta y
profunda dijo: – El 4 de mayo de 1997, el día en que mataron a mi papá -…”

Otra fue la historia deJulio. Estábamos contando mitos y leyendas ante un mapa de
Colombia que tenía ubicados los diferentes grupos indígenas que pueblan nuestro país.
Nunca imaginamos que un mapa pudiera significar tanto…Verlo, tenerlo allí presente
mientras escuchaban los cuentos y las leyendas, les fue configurando sus propias
historias, pero también su propia geografía. A medida que leíamos y señalábamos la
procedencia del mito o de la leyenda, ellos iban recordando: lugares, ríos, pueblos, por
los que habían pasado.

De pronto, como un “abra cadabra” , al hablar de La Llorona, La Madremonte, El Mohán,
la palabra de estos jóvenes, represada hacía tantos años por la guerra, reemplazada por
el ruido sordo de los fusiles, empezó a fluir y comenzaron a contar.

Se sabían leyendas de La Muelona, de La Llorona, de los duendes y de acuerdo con la
región de donde provenían iban surgiendo historias. Dos muchachos del Tolima
recordaron al Mohán. Cómo El Mohán se llevaba a las lavanderas jóvenes y las seducía;
un joven paisa habló de los duendes que se aparecían en el camino… De un momento a
otro Julio, moreno, alto, delgado, con un ojo extraviado, a quien no le habíamos
escuchado aún la voz, se puso de pie y con decisión dijo “- yo puedo contarles mucho.
Yo sé todo sobre el Casanare.” Buscó en el mapa el río Meta y con el dedo fue señalando

la zona que había recorrido. “yo me crié en un pueblo del Casanare, llamado
Villahermosa, y yo por allí conozco todo. Allí hay muchas leyendas de la Patasola, y de
la Bola de Fuego. Yo trabajaba desde pequeño recogiendo pepa de la palma de aceite,
todo lo que tenga que ver con la tierra me gusta. Después me fui a las filas. Nosotros
caminábamos todo eso por allí, andábamos de día y de noche dormíamos en casas de la
gente. A mi esa vida en las filas me gusta, porque allá a uno le pagan, y yo esa plata se
la mandaba a mi mamá. A veces los enfrentamientos eran muy cerca, como de aquí a
allá, le veía uno hasta la cara al enemigo. Y eso es mejor pelear así, porque no se le
pierde a uno la bala; porque es que uno ahí en las filas si no mata, lo matan. ¿Miedo?
No, a mi no me daba miedo, uno se acostumbra. A mi me hirieron. Una bala entró por
el hombro y salió por la espalda, mire… (y se levantó la camisa para mostrarnos la
cicatriz). Y ahí fue cuando me capturaron y aquí estoy… Aquí yo no hablo con nadie pues
yo soy de un grupo diferente y a uno le enseñaron allí que no hay que hablar con nadie
y menos con un civil”…

¿Qué significan los cuentos, las leyendas, las historias, la palabra, para estos muchachos
que han cambiado el trompo, la cometa y la muñeca por el fusil; que han cambiado, sin
mucha conciencia de ello, el juego por la guerra?

La experiencia vivida hasta ahora no hace más que confirmar los supuestos teóricos y
las reflexiones de quienes desde diferentes disciplinas afirman cómo la lectura, y en
especial la literatura, es un espacio habitable. Un mundo lleno de sentido que nos
permite construirnos y reconstruirnos. Mirarnos a medida que miramos al otro que vive,
siente, calla, grita, allí en la historia que el libro nos cuenta. Es además, la posibilidad de
tomar la palabra, como lo hizo Julio. Las leyendas leídas le recordaron sus propias
leyendas, y el mapa, texto, territorio y piso, le permitió ubicarse y leerse a sí mismo.
Frente al texto-leyenda, frente al texto-mapa, Julio obtuvo la fuerza necesaria, el
impulso vital suficiente para ponerse de pie y apropiarse del lenguaje, de su palabra que
le fue dando forma y sentido a su propia experiencia vital. Julio -a pesar de lo doloroso
de su testimonio – habló ese día lo que no había hablado en años.

Estas vivencias confirman además los hallazgos y las reflexiones de Michéle Petit en su
libro Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura, sobre todo en lo que puede
empezar a significar el uso del lenguaje, precisamente en estos jóvenes que vienen de
condiciones en las cuales la palabra está ausente y en los que se ha coartado su
capacidad de simbolización.

Dice Petit: “Cuando carece uno de palabra para pensarse a sí mismo, para expresar su
angustia, su coraje, sus esperanzas, no queda más que el cuerpo para hablar: ya sea el
cuerpo que grita con todos sus síntomas, ya sea el enfrentamiento violento de un cuerpo
con otro, la traducción en actos violentos” (Petit, 1999, pag. 74)

Estos jóvenes se encuentran en un grado de marginalidad mucho más grave quizás que
lo que genera un desplazamiento forzoso, o la pérdida de seres cercanos por un desastre
natural, en la medida en que su infancia ha sido cercenada, el espacio del juego ha sido
reemplazado por la guerra, sus procesos de formación cognitiva y social se han visto
interrumpidos, generando un desajuste en su desarrollo que los hace especialmente
susceptibles a cualquier grado de manipulación. De allí que la experiencia literaria tenga
para ellos un impacto mayor, así necesite de más tiempo y dedicación para que dé los
frutos deseados.

Una biblioteca o una colección de libros tiene mucho que hacer en una población
marginada. Muchísimo más que cualquier cálculo tangible que espere resultados
inmediatos. Muchísimo más que brindar información o apoyar la educación formal. Para
ciudadanos en condiciones medianamente normales de desarrollo, un libro puede ser
una puerta más que se abre, en cambio para aquellos que por circunstancias de la vida
han sido despojados de sus derechos fundamentales, o de sus mínimas condiciones
humanas, un libro es quizás la única puerta que les permita atravesar el umbral y saltar
al otro lado.

Bogotá, abril 8 de 2002

BIBLIOGRAFÍA
 Nussbaum, Martha. Justicia poética. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile, 1997.
 Petit, Michèle. Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura. Fondo de Cultura
Económica. México, 1999.
 Fox, Mem. Guillermo Jorge Manuel José. Ediciones Ekaré. Caracas, 1988)

Narradora, ensayista y profesora colombiana. Desde 1997 dirige el Taller de Talleres, asociación que
promueve la lectura, la escritura y la Literatura Infantil y Juvenil, y desde 2004 es profesora de la cátedra
de literatura infantil del Departamento de Literatura de la Universidad Javeriana. Ha trabajado con
instituciones como la Fundación Rafael Pombo, Fundalectura, Ministerio de Educación Nacional,
Secretaría de Educación del Distrito Capital, Banco República, Cerlalc, Ministerio de Cultura, entre otros.
Magister en literatura hispanoamericana por la Universidad Javeiana de Bogotá, donde es profesora en el
área de Literatura Infantil. Escritora e investigadora en las áreas de Literatura Infantil y juvenil y en
procesos de formación lectora. Tiene veinticinco años de experiencia en el campo de la lectura y la LIJ.