María Gripe
Escritor
Si alguien ha probado que no existe tema vedado para abordar en la literatura para niños y jóvenes, es sin duda María Gripe, la escritora sueca galardonada en 1974 con el Premio Hans Cristian Andersen. Sus relatos, cuentos y novelas, presentan a los pequeños lectores temas y conceptos difíciles y profundos, muchas veces evadidos al escribir para los niños. La muerte, la religión, la incomprensión de los adultos, la autoestima, la soledad, las cosas simples y su valor, el tiempo, son entregados a los niños en un justo equilibrio entre el realismo y la magia, la atmósfera de suspenso, y una enorme belleza poética. Temas que tratados de ese modo enriquecen el pensamiento crítico y la capacidad reflexiva del lector, acompañan sus penas y aclaran sus dudas a la vez que activan la imaginación y estimulan el deleite estético.
Pero sobre todo, la obra de María Gripe va dirigida al mundo emocional de los niños. Sus protagonistas son niños con un rico mundo interior, que observan y reflexionan, se preguntan y buscan respuestas, y despliegan un amplio abanico de emociones que sobrepasan la mera tristeza o la mera alegría. Sin embargo, son niños en un mundo de niños, los lectores los reconocen como tales y se reconocen en ellos a través de sus propios conflictos e interrogaciones. Son libros clave para el desarrollo afectivo y emocional de los niños, vehículos efectivos para que reconozcan e interpreten la complejidad de sus emociones. Y también para que los adultos perciban todo lo que puede suceder en el desconocido universo del alma infantil.
En este sentido se destacan dos series de corte muy realista: la de Hugo y Josefina, dos niños pequeños de caracteres opuestos, escrita en los años 60; y en los 70, la de Elvis Karlsson, un incomprendido y rebelde niño, alienado de su medio familiar. Elvis, siempre cabizbajo, desaliñado y solitario, es uno más de los tantos niños inconscientemente maltratados por sus padres, quienes al tratar de realizarse en sus hijos, anulan su personalidad. A Elvis casi nadie le hace caso ni le tiene en cuenta, por lo que él se crea un mundo interior poblado de fantasía y cosas simples, impenetrable para los adultos. Algo similar le ocurre a Julia, protagonista de El papá de noche, otra de sus más conocidas y hermosas historias. Y se destaca muy especialmente La hija del espantapájaros (1963), una de sus obras más importantes, en la que Loella, una niña de 12 años acostumbrada a la vida natural del campo es trasplantada a la ciudad con el consiguiente sufrimiento por la inadaptación y la añoranza.
Pero también escribió novelas de gran fantasía metafórica como Los hijos del vidriero (1964), En el tiempo de las campanas (1965), y El país del más allá (1967) en las que de otro modo activa la ejercitación del mundo sentimental del lector. Y también ha escrito historias en que prevalece lo sobrenatural, lo fantasmal, como Los escarabajos vuelan al atardecer (1978), y la bellísima saga de las sombras (1982 – 88) que entreteje magistralmente el amor y el misterio. Y con igual maestría que en sus libros para niños, ha abordado las problemáticas de los adolescentes en novelas como Agnes Cecilia (1981), en la cual aborda el drama de la llegada de hijos no deseados por madres solteras que deben además, enfrentar la incomprensión y los prejuicios familiares.
En una entrevista para un diario sueco María Gripe afirmó: “Hay que hablar a los niños, pues no tienen tanta dificultad como los adultos creen en encontrar ideas y relaciones por complicadas que sean, pero antes estas han de estar expresadas en su propio lenguaje infantil. Por desgracia esto es lo que los adultos no saben”.